Después de unos años ya sentado en la silla eléctrica esperando su ejecución, el señor Antonio Coral empezó a recordar los paseos que tenia con su padre y su madre al bosque. Corefill se llamaba ese lugar lleno de grandes árboles e insectos por todos lados, también habían cabañas hechas de madera frágil en donde se sabía que vivían unos ermitaños. El mundo estaba lleno de tantas cosas nuevas que yo andaba perdido sin saber cómo mencionarlas.
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